«Stultorum sunt plena omnia»,
«Todo está lleno de necios»
(Cicerón, Ad familiares, 9.22.4).
No tengo la dicha de conocer personalmente a Miguel Lorente Acosta, Director de la Unidad de Igualdad de la Universidad de Granada y Exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género. Sin embargo, como por sus obras les conoceréis, creo que algún conocimiento tengo de quién sea, pues se prodiga en artículos, conferencias y todo tipo de aquelarres de género.
Dice hoy, en un artículo publicado en el diario Público (http://blogs.publico.es/otrasmiradas/7231/maltrato-pero-solo-un-poco/) «Por tanto, vemos cómo el fondo de la sociedad no ha cambiado tanto en
cuanto a la crítica con los factores que llevan a la violencia contra las
mujeres y, en cambio, el machismo sí lo ha hecho para contrarrestar el avance conseguido a través de su estrategia posmachista que
habla de “denuncias falsas”, de que “todas las violencias son importantes”, de
los “suicidios de hombres por divorcios abusivos”… o de cualquier otro tema que
permita generar confusión y desviar la atención de la realidad de la violencia
de género.»
Necio debe ser, o malvado, que es
peor, para sostener tesis tan absurda y fuera de la realidad. Y es que en mi
amplia carrera profesional dedicada al derecho de familia no me he encontrado
todavía un solo hombre tan perverso que justifique, de ninguna manera, la
violencia contra las mujeres. Todos los hombres tenemos madre, y muchos tenemos
hijas y hermanas, y primas y amigas, y conocidas… y a ninguno se nos ocurriría
justificar la violencia contra las mismas.
Sin embargo, por lo visto, si hay
odiadores profesionales, y discriminadores empedernidos a los que sí que le
parecen intrascendentes otros violencias, las de los menores asesinados a manos
de sus madres o la de los hombres asesinados a manos de sus mujeres.
Este Lorente, desde luego, ignora
una premisa básica: la violencia es normalmente fruto de la banalización y de
la frustración, y para ser ejercida necesita cosificar a la persona agredida.
Es decir, necesita arrebatar a la víctima su carácter de persona y convertirla
en un simple objeto. Por eso, a día de hoy, no es que haya aumentado la
violencia contra la mujer, es que han aumentado todas las formas de violencia.
Allí están los casos cada vez más frecuentes del acoso escolar.
Y todo ello es culpa de una
sociedad hedonista donde lo que importa es el placer y lo que podemos sacar de
los demás. Una sociedad que ha decidido olvidar que la vida es sagrada, porque
no es obra nuestra, y que cada persona tiene una individualidad que debe
respetarse. El olvido de todo esto ha potenciado la prostitución del hombre y
la mujer, que se exhiben de formas lúbricas en anuncios que inundan las
marquesinas de las paradas de autobuses de nuestras calles; la banalización del
comienzo de la vida, con una permisividad total del aborto, que supone privar
de la condición humana, y por tanto de sus derechos, a quien ya es un ser
humano; la instrumentalización ideológica de los niños, a través de propuestas
escolares que no son educativas, sino ideológicas, inmiscuyéndose en la libre
formación de la personalidad de los niños; y así un largo etcétera.
Chaplin, en la magnífica película
Monsieur Verdoux, nos presenta a un
personaje que recuerda en mucho a este Lorente Acosta. En la película Verdoux
pierde su empleo con motivo de la gran depresión, y para poder mantener a su
esposa, paralítica, y al hijo común, desarrolla una doble vida casándose con
solteronas ricas a las que asesina para heredarlas. Finalmente es descubierto y
condenado, y en un acto de cinismo dice aquello de «los números glorifican»
refiriéndose a que en la reciente Gran Guerra condecoraban a los soldados que
mataban a muchos otros seres humanos, con familiares que les querían, para
defender la patria; y sin embargo a él, en vez de condecorarle por haber
asesinado a unas mujeres sin familia alguna con el objeto de sostener a su
legítima esposa y a su hijo, se le condenaba… y todo porque solo mató a dos o
tres.
Pues bien, Lorente Acosta no se
escandaliza de los niños o los hombres muertos a manos de sus madres o esposas
solo porque son menos que las esposas muertas a manos de sus esposos. En fin,
esto demuestra su indecencia, pues los hombres decentes nos escandalizamos ante
cualquier muerte violenta sea niño, hombre o mujer, pues todas las vidas tienen
el mismo valor con independencia del sexo o edad de la víctima o del sexo o
relación sentimental del victimario. Estos que se escandalizan de los crímenes
solo si el criminal es hombre, demuestra la degeneración actual de los necios…
pues hubo una época en que los necios eran sensibles a todo dolor humano,
viniera de donde viniera.
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