La escandalosa
absolución de Rita Maestre por parte de la Sección 16 de la Audiencia
Provincial de Madrid, ha puesto de manifiesto dos de los más graves problemas
que padece España: la ideología de género, que ha conquistado los resortes del
poder; y la cobardía de la mayor parte de los jueces, que deja en papel mojado
los derechos esenciales de los españoles.
Analizando solo el segundo de los problemas, es evidente la cobardía de gran parte de
los Jueces, que se pliegan servil y lacayunamente al sol que más calienta.
Así, durante estos años de corrupción política nada hicieron, y empezaron a
venderse como “adalides” de las libertades cuando no les quedó más remedio que
actuar contra políticos y poderosos por la presión social existente. Del mismo
modo, durante años y años estuvieron dictando sentencias amparando todo tipo de
cláusulas abusivas impuestas por los bancos, y solo cuando el clamor social llegó
al límite decidieron empezar a actuar contra los mismos. Y ello de forma tal
que ahora condenan a cualquier entidad o anulan cualquier contrato bancario
(aunque no sea abusivo o no tenga cláusulas nulas) con tal de no enfrentarse al
clamor social.
En el caso de Rita
Maestre nos encontramos con un ponente que se ha empeñado en seguir siéndolo a
pesar de ser amigo de la Alcaldesa desde años atrás y a pesar de haber
negociado directamente con ella el apoyo del Ayuntamiento de Madrid para una
Fundación de la que es Secretario. Evidentemente, si el magistrado hubiera
creído en la justicia se hubiera apartado voluntariamente del caso,
manifestando él mismo, de forma espontánea, que no reunía las condiciones de
apariencia de imparcialidad que el derecho exige. Y es que en una sociedad
civilizada no es de recibo la impartición de justicia por un juez cuya
apariencia de imparcialidad no existe.
Sin embargo, en vez de optar por la vía honesta y fácil optó
por la vía deshonesta y cobarde, la de encargarse de asumir la ponencia del
recurso de apelación para garantizar la absolución de la asaltacapillas. Si la
Maestre y sus compañeras, en su asalto a la capilla decían que entraron en la
misma vírgenes y salieron putas, el juez ha demostrado que ha sido capaz de
prostituir la justicia, quizá para consolación de la que sin rubor se definió
como puta (así reflejado en las actuaciones judiciales).
La cobardía del ponente, Francisco
David Cubero Flores (conocido como el nigromante), y sus dos compañeros, el
ex policía Miguel Hidalgo Abia y Francisco Javier Teijeiro Doral, la intentan
ocultar en cierta referencia críptica a la beatitud evangélica. Así, en un caso
nunca antes visto de falta de cortesía procesal (inaudito en jueces que se
califican de imparciales) llaman interlinealmente
hipócritas a las acusaciones procesales ejercidas por un partido católico
(AES) y por un Centro Jurídico del mismo
signo: el Centro Jurídico Tomás Moro. Y es que no tienen empacho en
sostener, al folio 10 de la Sentencia, que el obispo de Madrid le dio a la Rita
su perdón «en perfecta coherencia con su
fe católica». Ergo las acusaciones
populares no hemos sido coherentes con la
misma.
Esto que dicen, aprovechando que ellos tienen la última
palabra y que con respecto a su Sentencia no cabe recurso ordinario alguno,
demuestra nuevamente no solo su cobardía, sino también su indignidad, su ánimo
pendenciero y su ignorancia, cosas todas ellas que debían ser ajenas, desde
luego, al ejercicio judicial.
Y es que si se hubieran tomado la molestia de haber leído
alguna vez algo de filosofía, o de moral, o de ética, o de teología, sabrían
que no hay contradicción alguna. Basta con acudir a Santo Tomás para saber que el ejercicio del perdón no impide el
cumplimiento de las penas civiles impuestas ante las infracciones de los
ordenamientos penales. Es más, sabrían que es
falta de caridad dejar sin penas a los lobos para que hagan presas, sin límite
ni cortapisa, del rebaño. Pero es
que, además, una cosa es el perdón y otra el resarcimiento del daño. Así, un confesor
para absolver a quien pecó robando, le debe exigir, antes de dárselo, que
retorne a su legítimo propietarios los bienes sustraídos. Pues bien, la Sra. Rita Maestre, se negó en todo momento,
tozudamente, a pedir perdón en la sala por sus hechos. Es más, tuvo en la
sala la oportunidad de pedir perdón a las víctimas concretas de su asalto, que
se encontraban entre el público después de haber declarado como testigos.
Alguna de estas víctimas reconoció que pasó miedo, otra que tuvo un ataque de
ansiedad, y otra, como figura en las actuaciones, que después de los hechos
tenía miedo de volver a entrar en la capilla a rezar por lo que pudiera pasar.
Pues bien, se negó a pedir perdón. Yo mismo, en mis alegaciones finales, hice
referencia a tal extremo, con la confianza de que oyéndome, la interfecta, en
el ejercicio de su última palabra, pidiera al menos perdón: no lo hizo.
Pues bien, la Sala, con su cobarde proceder (pues ni un solo
jurista niega que el sacrilegio se pueda realizar sobre bienes inmuebles) ha
venido a consagrar tamaña afrenta. La
cobardía de estos magistrados servirá de aliento para futuras acciones de este
tipo. Y todos, salvo los ignorantes, sabemos que la violencia política y
las persecuciones religiosas nunca aparecen en toda su desagradable faz de
golpe y de una vez, sino que lo hace de manera escalonada, subiendo de peldaño
en peldaño hasta la expresión suprema de la eliminación física.
Los miembros del Centro Jurídico Tomás Moro tendremos la
conciencia tranquila, pues nadie nos podrá exigir más de lo que hicimos; sin
embargo a otros tres les caerá la sangre de los inocentes sobre sus propias
conciencias. AMÉN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario